
Y estaba sí, rodando su rueda de bicicleta, su nueva rueda de bicicleta.
Y decía sí, que cada parte minúscula del oyente que escupiera a la sílaba maldita, era secuestro anónimo, fecundo al compás inverosímil al asombro.
Y jugaba mientras contaba, cuántos minutos pudiera el agua ser Rey del pensamiento, sumidos en su magia de instacia.
Y quién recetaba en otros tiempos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario