viernes, 23 de noviembre de 2007



Fragmento del informe de valores... Introducción


Un razonamiento sobre el entorno que vivimos cada día, el derrame de palabras sobre hechos a nivel mundial y personal, un globo estático en el medio de la sociedad, nos lleva un poco a cuestionarnos varias cosas, recurriendo quizá más a las retóricas que a la confirmación exacta, pero todo por su debido orden de la naturaleza. Entonces, fijándonos en el tema principal de este informe, los valores, divaguemos por ahí, su significación exacta, y abstracta, el cuerpo inmaterial que lo conforma y la amplitud de sus ramas. Un eje a la dirección se hace necesario, y he aquí la contradicción humana con sus conceptos, y el resultado de preguntarse qué es, dentro de este contexto, ser o validarse como humano o inhumano, surgiendo inevitablemente o no, otras cuestiones de la mano, palabras que hacen al ropaje del cuerpo, y conclusiones nuevamente sobre el paso inmediato anterior.

A continuación, un testimonio de un sobreviviente de Auschwitz, y no por una cuestión en especial de direccionar sobre ese contexto, sino porque engloba, ya sea con lo que está escrito como con su historia, lo que más adelante ampliaremos; posicionamientos básicos y complejos de palabreríos cotidianos y hechos que acostumbramos a tratar, tales como las guerras, las venganzas sucesivas, los choques de ideas, los conceptos, y sobre todo, lo que consideramos.


“Después de Auschwitz, nada será igual”

Sobrevivientes del campo de concentración de Auschwitz (en el que se calcula que murieron un millón y medio de personas) junto a líderes de todo el mundo, se dieron cita le viernes 3 de febrero para conmemorar el 50 aniversario de su liberación. En dicho encuentro, Eli Wiesel (uno de de los sobrevivientes) dirigió al auditorio un conmovedor mensaje:

“Les hablo como un hombre que 50 años y 9 días atrás no tenía nombre, ni esperanza, ni futuro y era sólo conocido por su número, A70713.

Les hablo como judío que ha visto lo que la humanidad se ha hecho a sí misma al tratar de exterminar un pueblo entero e infligir sufrimiento y humillación a tantos otros.

En este lugar de oscuridad y maldición ni podemos más que quedarnos de pie con un temor reverente y recordar sus víctimas sin rostro, sin nombre. Cierren los ojos y miren: procesiones nocturnas sin fin convergen aquí, y aquí es siempre noche. Aquí la tierra y el cielo están en llamas.

Cierren los ojos y escuchen. Escuchen los gritos silenciosos de las madres aterradas, las súplicas de los ancianos y ancianas. Escuchen las lágrimas de los niños […]. Vean y oigan cómo caminan tranquilamente hacía las llamas oscuras, tan gigantes que el planeta mismo parece en peligro.

Todos los hombres y mujeres y niños vienen de todas partes, un encuentro de exilio diseñado por la muerte […].

[…] Después de Auschwitz, la condición humana ya no es la misma. Después de Auschwitz, nada será igual.

Al reflexionar sobre el pasado, debemos dirigirnos a nosotros mismos al presente y al futuro. En nombre de todo lo sagrado en la memoria, terminemos con el derramamiento de sangre en Bosnia, Rwanda y Chechenia; con los viciosos y rudos ataques de terror contra judíos en Tierra Santa. Rechacemos y opongámonos más efectivamente al fanatismo religioso y al odio racial.

Dónde sino aquí, podemos decir al mundo ‘recuerden la moralidad de la condición humana’.”

The Guardian Weekly.

Londres, 5 de febrero de 1995.



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